…”En términos muy generales el rechazo de la composición académica se realizó de acuerdo con dos tendencias artísticas diferenciadas: la racionalista, que perseguía un orden objetivo de las cosas y la expresionista, que perseguía la expresión libre de un contenido interior. Mientras los idealistas de la razón abstracta pretendieron alcanzar la forma pura como representación de un orden (o razón) esencial, tratando de acceder a la estructura de las cosas para expresarla de la manera más clara posible, los idealistas de la expresión libre confiaron en el poder de la intuición, en el instinto y la improvisación, para presentar en sus obras los contenidos más profundos del alma. Para los idealistas de la forma pura, el acceso al orden objetivo de las cosas, a su forma o composición esencial, debía elevar al hombre sobre lo circunstancial y hacerle participar (y disfrutar simpáticamente) del orden del cosmos. Este ideal, sin embargo, no era muy diferente de los antiguos ideales que otros artistas de vanguardia decían combatir.La sentencia, todo es medida, número y disposición equilibrada, por ejemplo, aparecida en la revista De Stijl, podría atribuirse tanto a la escuela de Pitágoras como a Palladio y Alberti. “Si la composición es la única expresión pura del arte, entonces los medios de expresión han de estar en completa conformidad con aquello que deben expresar. Si pretenden la expresión directa del universo, no pueden ser más que universales, es decir, abstractos”, explicaba Piet Mondrian en la misma revista…”“En el arte de la moderna abstracción, una vez alcanzada la forma pura, la pintura, la escultura y la arquitectura pudieron aproximarse entre sí para dar lugar a la tan deseada obra de arte total. Los collages espaciales y las esculturas de Tatlin, las construcciones espaciales de los hermanos Stemberg, los monumentos de Natan Altman, los PROUN de El Lissitzky, las axonométricas y arquitectones de Malevich y Suetin, las esculturas de Georges Vantongerloo, los relieves de Chachnik y las composiciones espaciales de Kidekel, entre otros, se encuentran a medio camino entre el mundo de la pintura y el mundo de la arquitectura. No eran estrictamente esculturas; eran construcciones que compartían con la nueva arquitectura su papel de condensador social, es decir, la intención de aparecer ante la sociedad como signos (o mecanismo de significar) capaces de representar y condensar en su imagen los valores de la nueva sociedad.La tendencia hacia la forma pura, al menos en un primer momento, no se consideró compatible con la libre expresión. Esta incompatibilidad, observada desde posiciones ideológicas, dio lugar a enfrentamientos. Uno de los más relevantes se produjo en la BAUHAUS en el año 1923. La Bauhaus de Gropius , si quería consolidarse como escuela, no podía confiar exclusivamente en la intuición o en la capacidad de experimentación formal de sus alumnos, como pretendía Itten. Era necesario disponer de un cuerpo disciplinar, basado en las formulaciones teóricas, que pudiera ser transmitido a los alumnos para orientarles en sus trabajos de taller. Así lo hicieron Kandinsky y Klee. Las obras Punto y Línea sobre un Plano(del primero) y EL Ojo Pensante(del segundo) fueron la consecuencia de aquella necesidad…”En días recientes, la editorial Nobuko nos envió material de reciente edición. Entre ellos sobresalía por la complejidad de la propuesta y el volumen del trabajo el libro Arquigénesis, que intenta unificar posiciones entre la naturaleza, las matemáticas y la arquitectura. Prometemos en breve realizar una breve síntesis al respecto, cuando lo podamos comprender en su justa medida.Seleccionamos para leer primero el que resultó una muy agradable sorpresa: el libro del profesor de composición arquitectónica en la Escuela Técnica Superior de Madrid, Manuel de Prada, ha conseguido una más que contundente propuesta, resumiendo y fundamentando las diversas posiciones ideológicas en la arquitectura del siglo XX. Utiliza la comparación de dos imágenes -como es nuestra costumbre en la sección Sin Comentarios- para demostrar los lazos de sangre entre las propuestas del arte y la arquitectura moderna con el arte primitivo y ejemplos recientes como las obras de Rem Koolhaas. Y resultan muy didácticos y ejemplificadores.La primera parte intenta describir para iniciados o desordenados las diferentes teorías que entre la mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se sucedieron y sostuvieron e incentivaron conceptualmente a los artistas. Un segundo capítulo propone explicar el sentido de la abstracción moderna y su relación directa con el arte primitivo. El capítulo final nos habla sobre el Genio y el sentido de la imitación, la inteligencia creadora, la analogía y la originalidad. Una propuesta clara y pedagógica ideal para los estudiantes y jóvenes arquitectos destinados a perseguir el conocimiento desde los textos clásicos. Una visión propia de nuestra generación que nos ubica y sobre todo, nos abre los ojos frente a un mundo de relaciones que aquí encuentran un porqué. Muy recomendado.Los dos primeros párrafos son breves fragmentos del libro de Manuel.Manuel de Prada. Arte y Composición. El problema de la forma en el arte y la arquitectura. Buenos Aires, 2008, Nobuko.Javier Fresnadillo. Arquigénesis. Buenos Aires, 2008, Nobuko.Ricardo Alonso del Valle. Elogio y Vituperio de la Imagen. Apuntes sobre la teoría del dibujar. Buenos Aires, 2008, NobukoAngelique Trachana. Arquitectura y Construcción de la Forma Urbana. Buenos Aires, 2008, Nobuko
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